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Fue en la época de los apagones

Eduardo Torres

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Fue en la época de los apagones. Para ahorrar energía se inventaron lo de la hora adelantada el “horario Venezolano”. Se comenzaba a trabajar cuando aun era de madrugada, al fin y al cabo las siete eran en realidad las seis, lo bueno era que las cinco eran en realidad las cuatro y quedaban todavía casi tres horas de luz solar. En el campamento de Ríoclaro, había un buen ambiente, con cierta frecuencia se organizaban excursiones, los Jueves eran como los Viernes, almuerzo especial con bandeja paisa, y en la noche, picadas y bar abierto, los Martes, piscina en los Colores, de mes en mes, sesión especial en la casa de la finca.

Para aprovechar el tiempo libre y siguiendo la moda, decidimos comprar bicicletas “de montaña”, las compramos en grupo y las pago la empresa, nos las descontarían por cuotas mensuales. Las trajo el camión de las compras, esa misma noche las armamos y al día siguiente, tan pronto como terminó la jornada laboral, nos fuimos en grupo, de paseo en bicicleta hasta la piscina de
Los Colores. Del campamento a la carretera que llamaban la “Autopista Medellín-Bogota”, seis kilómetros de carretera destapada, las bicicletas, pesadas, pero especiales para esa vía, después diez kilómetros mas por la carretera pavimentada hasta la piscina. El plan de piscina se alargó y cuando decidimos regresar ya era de noche. Éramos siete y una sola linterna.

Cogimos la carretera principal, con precaución, pues no veíamos mayor cosa, las lomas significaban un buen esfuerzo al subir, pero era agradable dejarse impulsar al bajar, poco a poco fuimos perdiendo la cautela, la noche era fresca, y casi no había tráfico, dejamos de conversar y sin darnos cuenta, pedaleábamos como si fuera de día, en fila india, siguiendo la senda del
primero.

De pronto un ruido sordo seguido de un grito de angustia, y otro ruido y otro, como al descargar bultos sin cuidado contra el piso. En segundos, los seis ciclistas sin linterna, por cuenta de un bache de la carretera, estábamos en el suelo, adoloridos, atontados y a ciegas; yo buscando mis gafas, otro su billetera y alguien mas preguntando por su “walkman”.

Escuchamos el ruido del motor de un camión que subía por el otro carril de la vía, de afán y como pudimos, apartamos las bicicletas, en medio del ruido alcanzamos a escuchar un chasquido, como cuando se pisa una cucaracha. Era el “walkman”.

Recuperados del susto, comenzando a doler los raspones y riéndonos de nuestra propia torpeza, nos encontramos con que las llantas delanteras de las bicicletas se habían roto con el golpe. El compañero de la linterna y único sobreviviente a la caída múltiple continuó solo el camino con la misión de enviarnos un camión para llevarnos de regreso con nuestras bicicletas rotas.

Al día siguiente, algún guasón coloco en la cartelera una caricatura del equipo de ciclistas “los aporreados”.

La fiebre de las bicicletas pasó rápido, la crisis de la energía se superó (o la gente se acomodo a la crisis), al terminar la hora de “verano” (En USA), el horario volvió a ser el de siempre. Tal vez la situación con la guerrilla se complicó y los paras se activaron, lo cierto es que poco a poco la vida en el campamento fue perdiendo su encanto de bohemia, se acabaron los Juerves, los paseos, las reuniones mensuales, las bebetas.

Sobrevivieron la bandeja paisa de los Jueves y las bicicletas que terminaron oxidándose arrumadas quien sabe donde.

Casi sin darnos cuenta, terminamos la obra y nos dispersamos.

Hoy siento nostalgia, me acuerdo bien de los rostros, se me olvidan algunos, casi todos los nombres.

Fabio Carmona, Fernando, Carlos Córdova, José Luis, El Costeno, El otro ingeniero paisa de apellido Giraldo, El maestro Luis, La Medica, Eliana, el hombre de personal (de Turbo), Federico Sieger, Ismael Arango y su gente de integral, El Dr. Clodomiro, Luz Dora, Fernando Montoya, Aurelio Rendón, El hombre pastuso de la mina, el ing. de mantenimiento, Perea, y los demás jefes de turno, el ing. de producción, el ing. civil de la planta, el hombre todero de la planta, el capataz de la finca, los ings. jóvenes de la planta, el ing. mecánico, el ing. electricista que se caso con Eliana, el ing. electrónico que secuestraron, las chicas del laboratorio, Héctor Fabio Giraldo, el contra, mi hermano Edgar, la medica de Ríoclaro, la despachadora, Gerardo Tibaduiza el contratista de movimiento de tierra, ………

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Eduardo Torres
Eduardo Torres

Written by Eduardo Torres

Project Manager starting a new journey, available to support projects on direct roles and consulting