Nada me había preparado para esto

Hoy se necesita, tal vez más que en ninguna otra época, aprender rápido, resistir y perseverar.

Eduardo Torres
6 min readJul 28, 2020

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“Caminante no hay camino, se hace camino al andar, golpe a golpe …”
Cantares, Antonio Machado, Juan Manuel Serrat
“Que pase el aserrador”
Que pase el aserrador, Jesús del Corral

A manera de breve introducción, soy ingeniero civil, con 44 años de experiencia en el manejo de proyectos de construcción en América (Colombia, República Dominicana, Cuba, Estados Unidos), Europa (Rumania) y Asia (Indonesia, Camboya y Vietnam).

Este es el tercer escrito de un ejercicio de reflexión desde mi experiencia, en los anteriores me he referido a la importancia de entender, simplificar, estar al tanto, intervenir cuando es necesario, de cooperar, que es la base de lo que se conoce como “partnering”, de la necesidad de ser flexible y adaptarse, a la empatía y a las comunicaciones y su decisivo impacto en el resultado de los proyectos.

Hoy, este ejercicio me lleva a resaltar otros elementos: aprender rápido, resistir y perseverar, sobreponerse a las dificultades y encontrarles solución a los problemas, tal vez lo que define como resiliencia.

Recién graduado y después de cuatro meses de búsqueda infructuosa, pues invariablemente me rechazaban porque “me faltaba experiencia”, conseguí en la empresa del Ingeniero Hernán Duarte Esguerra un trabajo como Ingeniero Residente en la construcción del puente sobre el Rio Fundación, en El Reten, Magdalena, muy cerca de Aracataca (donde nació Gabriel García Márquez).

No hice muchas preguntas, era demasiado bueno, tener un trabajo, sueldo, alojamiento en Barranquilla y además una bonificación por cada acta de obra, aunque no tenía ni idea de lo que era un acta de obra.

No hubo inducción, ni manual de funciones, una breve conversación con Hernán, “no te preocupes, es fácil, todo va a salir bien, mucha suerte”.

La actividad principal de la firma era la hinca de pilotes y tablestacas y la construcción de puentes; los términos, hinca, pilotes y tablestacas eran casi griego para mí y jamás había visto un martillo de hinca …

El ingeniero residente, estaba a cargo de las funciones técnicas y de las funciones administrativas, nunca mencionadas y no limitadas a manejo de personal, contabilidad, compras; era necesario poner la cara en el banco para obtener y ampliar el sobregiro, ver con el abogado los problemas derivados de los impagos de facturas, de los cheques girados sin fondos y de los reclamos de los trabajadores, correr a donde un médico o al hospital en caso de un accidente de trabajo o si un trabajador se enfermaba, llevar las cuentas de los anticipos que en dinero o en especie se le daban al personal y un largo de
pequeños y variados etcéteras.

La organización en Barranquilla era realmente “horizontal”; un ingeniero residente, los dos maestros de las cuadrillas de los martillos de hinca, el maestro de los concretos reforzados, el mecánico y el conductor de la camioneta. Y era también “una familia” (lo que tan afanosamente buscan las
organizaciones hoy), probablemente por necesidad y sin duda por el compromiso de Hernán con sus trabajadores, para quienes él era un ”pater familias”. En su ausencia, el ingeniero residente asumía esas funciones, las que yo a mis 22 años, solo conocía desde la perspectiva de “hijo”, en realidad estaba, como dice el refrán popular, “más enredado que gallina criando patos”.

Aprendí rápido, no sin machucarme los dedos, guardo un gratísimo recuerdo de esa pequeña pero eficiente des-organización, mi primera escuela práctica, Hernán, quien a su extraordinaria inteligencia emocional sumaba trazos de genialidad, como por ejemplo, su solución para la reconstrucción del Puente Férreo sobre el Río Sogamoso, Fernando el mecánico, quien pacientemente me explicaba la razón y la naturaleza de las piezas de repuesto que iríamos a buscar en los almacenes especializados que tenían catálogos de los equipos, o en las chatarrerías de piezas de segunda, donde seleccionaríamos a “ojo” las piezas que después habría que rectificar en cualquiera de los talleres mecánicos y de tornos de Barranquillita (una zona “informal” muy particular de Barranquilla); Roosevelt Flórez y Romero, los dos maestros de las cuadrillas de martillos para hinca y “El Maestro Mañe” un personaje de Aracataca, casi salido de una de las historias de su coterráneo “el Gabo”, impecable en la construcción de las formaletas y la instalación de los aceros de refuerzo.

Ya con “experiencia”, específicamente por los trabajos de pilotaje, fui contratado por la empresa multinacional SADE-CONDISA como ingeniero de campo para la ejecución del pilotaje de la central termoeléctrica Paipa 3. Pero para mi sorpresa y desconcierto, no eran pilotes hincados (en los que ya
era experto), eran pilotes barrenados, con lodos de bentonita y concreto “tremie”, técnicas de las que no tenía ni idea. De nuevo, a aprender de cero.

Al terminar el pilotaje, fui enviado a la construcción de la Fábrica de Cementos Paz de Rio, para aprender de los sub-contratistas italianos la técnica de construir estructuras de concreto reforzado con formaletas deslizantes. Esta técnica es la más rápida y eficiente para construir estructuras tales como silos o chimeneas. Y es a la vez la más exigente, pues siendo sencillo el principio, demanda una logística de máxima coordinación y un control permanente de la operación.

Es un ejemplo de “línea de producción” efectiva en la que hay que planificarlo todo detallada y minuciosamente, identificando las actividades, los recursos, los tiempos de ejecución, la secuencia precisa del flujo de actividades, los “cuellos de botella” y resolverlos mitigándolos de manera satisfactoria y armónica con los requerimientos para operar el sistema, considerar las posibles contingencias y los elementos de soporte que permitan superarlas, y ante la necesidad casi vital de evitar o minimizar las fallas en cualquier actividad del proceso, (fallas que aunque sean aparentemente banales, afectan de manera importante la calidad y estabilidad de la estructura y pueden llegar a significar el colapso de la obra), hay que implementar un control constante de los parámetros de calidad y un protocolo sencillo que permita tomar la decisión de activar los correctivos y las medidas que
mantengan el proceso constructivo en la forma planeada. .

La mano de obra aplicada a tareas específicas y repetitivas se traduce en un alto rendimiento y en una buena medida, por la observación, la curiosidad y la creatividad de los trabajadores se implementan continuamente pequeñas pero importantes mejoras del proceso; la (enorme) limitación de espacio
implica la optimización de los recursos.

Todo esto es la esencia de lo que se llama “Sistema de Producción Toyota”, “just-in-time” o “LEAN management”; claro que en aquella época no lo sabía, ni lo supe en mucho tiempo. Implementamos eso porque no había alternativa.

Durante los siguientes cuatro años esa fue mi responsabilidad principal y tuve la oportunidad de participar en muy variados proyectos de industria básica y de infraestructura, centrales térmicas, fabricas cementeras, la explotación de ferroníquel en Cerromatoso y de carbón en el Cerrejón y observar de cerca la ejecución de montajes mecánicos y eléctricos y entender la dinámica de trabajos multidisciplinarios y complejos.

Esas fueron las escuelas que me dieron las bases para asumir roles con responsabilidades mayores en la dirección en proyectos con otras empresas y con el tiempo, la experiencia y los contactos para asociarme y fundar pequeñas empresas para ejecutar trabajos en la construcción de oleoductos, vías, silos, chimeneas y trabajos especiales; convirtiéndome en un contratista pequeño con presencia en algunas obras de relevancia nacional, entre ellas, la reconversión de la Fábrica de Cementos Boyacá.

En esa etapa como empresario, el aprendizaje fue más doloroso, cuando no entendí suficientemente bien y a fondo el asunto empresarial (lo que sucedió con relativa frecuencia), enfrenté pérdidas económicas y enorme estrés, entonces afloró la capacidad, entrenada todos esos años, de sobreponerme a la adversidad, encontrarles solución a los problemas y seguir adelante.

Percibí que algo faltaba y volví a la Universidad, a un postgrado en Administración de Empresas, dos años de un ejercicio a veces frustrante, pero al final gratificante y valioso, donde encontré los marcos teóricos y la disciplina para racionalizar mi aprendizaje práctico y reorientar mi rumbo.

Un nuevo rumbo que me ha llevado por el mundo durante veinte años, aprendiendo cada día del trabajo, de las culturas, de la gente, enriqueciendo mi vida con maravillosos amigos y experiencias, hoy, enfrentado a la nueva normalidad que nos impone la pandemia, escribiendo estas líneas, vital, “lejos del hogar”, aun haciendo camino, creo que, en estos tiempos de globalización y permanente cambio tecnológico, se necesita, tal vez más que en ninguna otra época, aprender rápido, resistir y perseverar.

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Eduardo Torres
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Written by Eduardo Torres

Project Manager starting a new journey, available to support projects on direct roles and consulting

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