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Tobías y El Negro Urrutia

“Estudia, trabaja, se gente primero,
allí está la salvación,
pero mira, mira, no te dejes confundir,
busca el fondo y su razón, …”
Plástico, Album Siembra, Rubén Blades, 1978

Eduardo Torres
4 min readJul 22, 2020

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Al principio eran ordenes sencillas, formuladas amablemente,

  • Tobías, canne da arrampicata (empalma las varillas trepadoras)
  • Negro, portare il rimorchio (trae la estopa)

Con el paso de los días, las ordenes fueron más y más frecuentes, todavía amables, pero, ya conociendo a sus ayudantes, mezcladas con palabrotas dichas naturalmente en su idioma,

  • Tobías, dammi la chiave fissa (alcánzame la llave fija)
  • Negro, correndo, prendimi un gatto (corriendo, alcánzame un gato)

Y sin notarlo, algunas ordenes de trabajos más técnicos o de mayor responsabilidad,

  • Tobías, segna i livelli con il seghetto (marca los niveles con la segueta)
  • Negro, smantellare il gatto che gocciola olio (desmonta el gato que está goteando aceite)
  • Tobías, appendere il filo a piombo, hai letto sopra; Negro, hai letto sotto (Tobías, cuelga la plomada, tu lees arriba, Negro tu lees abajo)

Tobías y el Negro Urrutia, que apenas habían cursado la primaria, atendían sin titubear todas las ordenes que los técnicos italianos formulaban en su idioma, ya para entonces mezcladas con algunas palabrotas en español, tal vez aprendidas de los capataces cuando estos apuraban a los obreros para
sostener el ritmo que demandaban los trabajos …

Poco a poco, Tobías y el Negro Urrutia se volvieron las manos derechas de los cuatro extranjeros que operaban el equipo de formaletas deslizantes con el que se construían los silos de la Fábrica de Cementos Paz de Rio en Sogamoso. Hacían lo que les ordenaban, sin protestar, rápidos y eficientes, siempre con una sonrisa y algunas veces con una palabrota nueva que les enseñaban, muertos de la risa, a los italianos. Y casi sin notarlo, terminaron haciendo una buena parte del trabajo que deberían hacer los expatriados.

Corría el año de 1980, a Víctor Reyna y a mí, al terminar nuestros trabajos en Termopaipa III, la empresa nos había enviado a aquel proyecto a aprender la tecnología y los detalles para operar el equipo con el que se construían silos y chimeneas.

La firma italiana Lambertini, además de operar el equipo que le habían vendido a la multinacional, como una obligación de su contrato, debería entrenar a dos técnicos locales.

Los italianos tenían claro que, si aprendíamos, ese sería su último trabajo con la compañía, pero cumplían con su contrato, en italiano, un día nos orientaban en una dirección y al día siguiente en la dirección contraria. Nos querían confundir. Y al contrario de lo que pasaba con Tobías y el Negro Urrutia, a nosotros cada vez nos hablaban menos, cada vez nos mantenían más alejados, y claro no nos dejaban meterle mano a nada.

Conseguimos un libro rumano sobre encofrados deslizantes, era la teoría general, extenso en detalles de la planificación, en los detalles de la fabricación de las formaletas en madera, de los diferentes tipos de gatos hidráulicos, pero sin información de los múltiples detalles de la ejecución; los detalles que marcan la diferencia entre el éxito y el fracaso en la operación del equipo. Con Víctor fuimos haciendo un inventario de las situaciones y de las diferentes formas de resolverlas, según lo que habíamos captado de las conversaciones y de observar el trabajo de los técnicos italianos.

El tiempo pasa rápido cuando uno está tratando de aprender algo, el progreso es poco y el tiempo disponible se va agotando.

Al terminar la construcción de las paredes de los silos, los técnicos regresaron a Italia, despedidos sin muchas ceremonias, de afán pues cada día de su permanencia era muy costoso. Nuestros jefes asumieron que Víctor y yo habíamos aprendido lo que se necesitaba para hacer el trabajo; en cierta medida se equivocaban, pero no había como decírselo. Afortunadamente, Tobías y el Negro Urrutia se quedaron.

Los siguientes cuatro años fueron de intenso trabajo, al equipo se integraron otras personas, que aportaron sus propias experiencias y otras perspectivas del trabajo, sistematizamos la práctica, implementado notablemente la calidad, las experiencias positivas impulsaron la aplicación del sistema constructivo en otro tipo de estructuras, nos estrellamos contra ciertas realidades un par de veces, aprendimos mucho.

En esos cuatro años aquel grupo de aprendices, sumamos lo que teníamos y nos convertimos en un grupo de expertos, aquellos dos muchachos pasaron de ser ayudantes a maestros y Víctor y yo, de un par de ingenieros anónimos a discutir directamente con los directores de las obras, con los directores de la interventoría, con los representantes de los dueños de los proyectos. Éramos como un circo itinerante, de obra en obra, en cierta forma mimados y por un par de meses en cada proyecto, las estrellas de la función.

Así como no hay mal que dure cien años, no hay dicha que dure mucho, el ciclo de la construcción entró en una fase de profunda baja que llevó al cierre de la compañía en Colombia y a la desintegración del equipo.

Víctor persiguiendo su sueño, emigró a los Estados Unidos, El Negro Urrutia se fue a trabajar con las petroleras; con sus ahorros, Tobías compró un bus de transporte de pasajeros que el mismo manejaba y que cubría las rutas del departamento de Boyacá. A mí, la disciplina adquirida y la red de conocidos en aquellos años frenéticos me abrieron muchas puertas, una de ellas, la que me puso en el camino que me trajo hasta aquí.

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Eduardo Torres

Project Manager starting a new journey, available to support projects on direct roles and consulting